Mi corazón palpita
sin pedir turno;
mi soledad cabalga
sobre mi regazo, enamorada;
me pide consejos
acerca de retórica
mas yo no le contesto,
tan sólo la escucho,
tan sólo la siento;
sin pedir turno;
mi soledad cabalga
sobre mi regazo, enamorada;
me pide consejos
acerca de retórica
mas yo no le contesto,
tan sólo la escucho,
tan sólo la siento;
escudriñamos cada rincón olvidado
como nuevos amaneceres perdidos
que desatan por dentro suspiros
y enamoran mi alma indígena:
¡ya no teme!
¡ya no lamenta!
¡ya no se compadece!
Entona la percusión sin retorno
y retorna a la danza del fuego,
salpicando un breve taconeo
que despierta mi ser adormecido;
danzando, sin rostro ni vestido,
desnuda replica este compás;
mas sólo escucho lo que siento;
mas sólo siento cuando vivo.