lunes, 4 de octubre de 2010

Mi corazón palpita...

Mi corazón palpita
sin pedir turno;
mi soledad cabalga
sobre mi regazo, enamorada;

me pide consejos
acerca de retórica
mas yo no le contesto,
tan sólo la escucho,
tan sólo la siento;

escudriñamos cada rincón olvidado
como nuevos amaneceres perdidos
que desatan por dentro suspiros
y enamoran mi alma indígena:

¡ya no teme!
¡ya no lamenta!
¡ya no se compadece!

Entona la percusión sin retorno
y retorna a la danza del fuego,
salpicando un breve taconeo
que despierta mi ser adormecido;

danzando, sin rostro ni vestido,
desnuda replica este compás;
mas sólo escucho lo que siento;
mas sólo siento cuando vivo.

Nuevo amanecer

Al fin la carcasa se abre,
el aire respira, aliviado,
tras una mirada redentora
de máscaras lúgubres, sin hueco en los ojos.

La pupila que caía hacia abajo
abre sus cuencas anquilosadas
de óxido amarillento de un pretérito.

El amanecer dilata un nuevo día
lleno de páginas en blanco por escribir;
y nuevas tintas de fluidos vitales
rellenan mi pluma traída por el águila;

y mi voz resuena desde la altura,
capicúa de sonidos en nueva clave,
elevando mi estructura hacia el vacío
que rellena lo que antes rebosaba;
completando lo que debe ser sin ser;
susurrando lo que no puede ser prometido;
gritando aquello que es silencio;
callando al silencio con un grito;

mi infante agita el sonajero
rodeando la melodía con el tiempo,
involucionando a mi decrépito ser
hasta el huevo en el útero del averno;
al compás que replica mi sonajero
yo danzo la melodía junto al tiempo.

sábado, 2 de octubre de 2010

Ruidosas teclas

Teclas ruidosas golpean
mi cabeza llena de teclas,
que escriben versos en tinieblas,
sobre una cabeza que repite
el mismo compás de sus teclas,
cual tarareo involuntario,
sin entender el profundo error
que entraña el contenido funesto;

y mi redacción toma forma
de algo informe pero constante
que repite un tempo dormido
por un después retardado en su tiempo,
que llega junto con mi antes,
cogidos de la mano atraviesan
mi profunda redacción, que escribo
golpeando mis ruidosas teclas,
sobre mi cabeza llena de teclas,
al compás de la melodía de las teclas
que esconden mis letras en tinieblas.