jueves, 18 de agosto de 2011

El círculo

El círculo completa el oscuro lamento del indígena;
las llamas brotan de los ojos ensangrentados;
la visión adopta la postura del guerrero
y su danza se eleva hacia el precipicio sin retorno;
la carne devorada salpica al auditorio circunspecto.
Al fin, el reto es asumido y la mueca satisfecha
en las bocas prisioneras de su rostro;
bocas que no sacian corazones
sedientos de luz y oscuridad;
todo se funde; todo se derrama;
el hombre regresa a su reflejo.

martes, 16 de agosto de 2011

¿Qué es lo que pretendo?

¿Qué es lo que pretendo? Me preguntas vanidosa.
Pretendo tan sólo el ocaso del cielo
completando los vacíos entre el aire y el alma.

¿Qué es lo que pretendo? Me preguntas con tu insidia en la mano.
Pretendo tan sólo la voz sin juicio de la mañana
en un despertar casi caníbal en mis versos;
caníbal me considero antes que yermo;
caníbal de  besos de destierro
y caricias de presos
en la última noche de sus huesos.

Y tu voz comienza a sonar temblorosa
cuando escucha lo que tu sombrero de presa le presupone
de mis palabras, que no son palabras
sino herramientas del alma sin máscaras impuestas;
sino herramientas de lobo en plenilunio de los verbos.

¿De qué verbos me tramas en tus dardos?
te pregunto yo ahora con el yugo en la mano;
el yugo que acechante me lanzas
con tus flechas de mal agüero por la espalda;
¿de qué preguntas y de qué respuestas estamos tratando?;
si ya no escuchas lo que tus oídos perdieron
en el sueño al que te encomiaste en el eclipse de tus miedos.

Yo ya no te marco más mis pisadas
para que las borres con tu rastrillo de veneno;
yo ya no respondo más preguntas
pertrechadas por el ego de tu sombrero;
que la maldición de tus verbos
ya no dañan más mi espíritu sin dueño.

Busca al corderito que perdió su morada
para devorar cada uno de sus miembros,
que yo me lanzo al vacío de los sueños
donde la luz y las sombras se funden
en un beso, en el precipicio del comienzo;
allá donde el vuelo de las águilas
alberga la visión del mundo más sincero;
allá donde me aleje de tu envenado sombrero;
allá donde vuele sin el yugo de tu sexo;
allá donde el loco vuelve a ser el dueño;
allá donde mis versos encuentren su alimento.