martes, 21 de febrero de 2012

Nuestra querida España

               La desafección política está cada vez más presente en la sociedad española. ¿Quién se cree ya algo de nuestra democracia? ¿De nuestro sistema de votos? ¿De nuestra partida de tenis en la que todos los ciudadanos estamos viendo la pelota de un campo a otro en un juego interminable, que no es más que cortina de humo? Mientras apostamos por que gane uno u otro viendo cómo se desarrolla nuestro modelo de democracia representativa, viendo pasar las pelotas de un lado a otro de la red que separa a la sociedad, enfrentada por ideologías obsoletas; simulacros, que mantienen la diferencia necesaria entre las personas, entre el pueblo, para que no sea capaz de reagruparse y saltar al campo a hacerles tragar un poco del absurdo con el que nos entretienen. Mientras tanto, el poder policial consigue fuerza con la escusa del miedo, de la seguridad ciudadana. Infección provocada por los medios de comunicación en manos del imperio global que reina sobre nuestras cabezas de engranaje social. Bien, y ahora, ¿quién nos protege de ellos? ¿Quien nos proporcionará la seguridad necesaria cuando salgamos a al calle a reclamar nuestros derechos como ciudadanos libres? Si es que acaso somos libres para pronunciar una carcajada, al menos. Porque si esto es democracia, si Franco levantara la cabeza, él si que reiría a gusto.
                Llegó el momento en el que el pueblo vota por botar, por hacer algo. Ahora la izquierda; ahora la derecha. Todo sigue igual, cambiemos de nuevo... pero esto se alarga y se alarga de manera tan indecorosa que el absurdo cae por su propio peso. Y seguimos pagando y pagando impuestos, multas, retenciones salariales... Ya incluso pagamos y pagamos sin tener, al menos, trabajo, un sueldo digno. Pagamos hasta sin dinero. No sabemos con qué pagamos ni qué pagamos, pero seguimos pagando. Si por un momento alguien levanta la cabeza y dice: ¡oigan! ¿Pero qué estoy pagando y porqué para esto y no para lo otro? Entonces, porrazo en la cabeza y siga usted circulando que entorpece el paso de la democracia.
               Desde luego, habría que establecer de nuevo los límites entre la democracia y la autocracia, parece que nos hemos olvidado del significado de cada uno de los términos. La desafección política reina en la sociedad española y no sabe si es una infección vírica o bacteriana, si quiera si hay vacuna para tal enfermedad mortal. Pero, como todas las enfermedades, si no conviene, debido a los intereses económicos comprometidos, nunca sacarán a la luz el antídoto que nos devuelva la utópica salud social, a saber: la participación del pueblo en la vida política; el gobierno compartido; la defensa de los derechos humanos... la LIBERTAD.


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