Cuando al fin la tarde ya está triste
y el dedo en el verso no perdona:
tristeza enredadera de zarza con espinas
cubre la sangre dentro de las yagas.
Melodía de este pájaro que arde en el recuerdo,
si es recuerdo el crepúsculo caído;
en una noche de voces y penumbra
ilumina los cuerpos ardientes en deseos
de quitar las yerbas que, malbien, encubrieron
el absurdo juego que esconde un elemento:
inocente aparece tras el velo, duelo del verdugo;
guadaña reprimida en la mano de aquel santo;
los gritos se confunden con los pájaros en vuelo,
rondando las entrañas: alimento miserable;
el juego no termina si no termina con el tiempo;
esta noche el silencio confunde al enemigo.
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