lunes, 21 de junio de 2010

Anacronía

I
El tiempo se estrella en mis recuerdos,
en un desliz de mementos escondidos,
tras la cortina nebulosa de los días
difusos en páginas en blanco.

Porque no recuerdo si he vivido
o he vivido demasiado y no recuerdo;
si alguien me conoce:
¡que me diga dónde vivo!;
si alguien me ha visto:
¡me convenza de que existo!

Si hay un mañana,
que el pasado se ha perdido
entre hojas secas del otoño,
y el presente yo no lo he visto,
me recuerde a su alcance;
me susurre quién he sido,
para enterrar al olvido
entre los retales del tiempo
capicúo y retorcido.


II
Mi pasado mañana,
que es futuro inmediato,
como espinas de oxidado alambre
estrangulan mis deseos infantiles,
arañan el féretro de mi infancia
y el barniz de mi inocencia prostituta.

La aurora me acaricia con sus uñas
de tibio esmalte ennegrecido
y desecho del presente entre la carne
que arruga mi piel bajo mis ojos;

pero aún te tengo a ti,
mi sabia y amada consejera;
te guardo mi último suspiro,
espero que tú me des tu abrazo
y me cantes la nana de los vientos,
sin recuerdos, ni olvido, ni tormento,
y mi danza de un réquiem ya dispuesto
eleves al vacío con tu aliento;
al recuerdo de todo el universo
que es la muerte de mi olvido pasajero.

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