I
El tiempo se estrella en mis recuerdos,
en un desliz de mementos escondidos,
tras la cortina nebulosa de los días
difusos en páginas en blanco.
Porque no recuerdo si he vivido
o he vivido demasiado y no recuerdo;
si alguien me conoce:
¡que me diga dónde vivo!;
si alguien me ha visto:
¡me convenza de que existo!
Si hay un mañana,
que el pasado se ha perdido
entre hojas secas del otoño,
y el presente yo no lo he visto,
me recuerde a su alcance;
me susurre quién he sido,
para enterrar al olvido
entre los retales del tiempo
capicúo y retorcido.
en un desliz de mementos escondidos,
tras la cortina nebulosa de los días
difusos en páginas en blanco.
Porque no recuerdo si he vivido
o he vivido demasiado y no recuerdo;
si alguien me conoce:
¡que me diga dónde vivo!;
si alguien me ha visto:
¡me convenza de que existo!
Si hay un mañana,
que el pasado se ha perdido
entre hojas secas del otoño,
y el presente yo no lo he visto,
me recuerde a su alcance;
me susurre quién he sido,
para enterrar al olvido
entre los retales del tiempo
capicúo y retorcido.
II
Mi pasado mañana,
que es futuro inmediato,
como espinas de oxidado alambre
estrangulan mis deseos infantiles,
arañan el féretro de mi infancia
y el barniz de mi inocencia prostituta.
La aurora me acaricia con sus uñas
de tibio esmalte ennegrecido
y desecho del presente entre la carne
que arruga mi piel bajo mis ojos;
pero aún te tengo a ti,
mi sabia y amada consejera;
te guardo mi último suspiro,
espero que tú me des tu abrazo
y me cantes la nana de los vientos,
sin recuerdos, ni olvido, ni tormento,
y mi danza de un réquiem ya dispuesto
eleves al vacío con tu aliento;
al recuerdo de todo el universo
que es la muerte de mi olvido pasajero.
que es futuro inmediato,
como espinas de oxidado alambre
estrangulan mis deseos infantiles,
arañan el féretro de mi infancia
y el barniz de mi inocencia prostituta.
La aurora me acaricia con sus uñas
de tibio esmalte ennegrecido
y desecho del presente entre la carne
que arruga mi piel bajo mis ojos;
pero aún te tengo a ti,
mi sabia y amada consejera;
te guardo mi último suspiro,
espero que tú me des tu abrazo
y me cantes la nana de los vientos,
sin recuerdos, ni olvido, ni tormento,
y mi danza de un réquiem ya dispuesto
eleves al vacío con tu aliento;
al recuerdo de todo el universo
que es la muerte de mi olvido pasajero.
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