lunes, 14 de junio de 2010

Terrorismo escondido

    Estimado lector, he de relatar un hecho que me ocurrió el otro día de suma importancia, cuando bajaba del autobús y un hombre mayor, de buena presencia, me pidió un cigarro. Le respondí que sí, por supuesto, pero que era de liar. Él me dijo que no sabía liar -con sesenta años y no sé liar, hijo -argumentó- . Me ofrecí sin problema a hacerlo por él, mientras me decía que no tenía dinero, no sólo para tabaco sino tampoco para comer, que estaba haciendo tiempo porque llovía y esa noche la iba a pasar en un cajero. Me sorprendí y le pregunté que por qué no buscaba trabajo y respondió, con toda la lógica, que con sesenta años quién le iba a dar trabajo. La verdad es que si no encontramos los jóvenes, cuanto menos una persona de sesenta años. Me relató su historia, y es que el hombre, trabajador de la construcción, se quedó sin empleo, debido a nuestra por todos conocida crisis, a falta de cuatro letras por pagar del piso. En un mes lo desahuciaron, a nueve meses de su jubilación anticipada, a nueve meses de tener una paga de quinientos o seiscientos euros para vivir, más o menos, dignamente, abocándolo a la mendicidad y la hambruna. -Hay que pasar la tormenta como sea -me decía mi amigo-. Mientras tanto duerme en pensiones cuando se la pueden pagar las institución sociales y come algún bocadillo cuando un amable policía le subenciona la cena. Ese mismo día, pidiéndole este servicio a uno de ellos, a los que velan por nuestra seguridad, le dijo que se buscara la vida y que durmiera en un cajero. Al día siguiente se iba en autobús a Córdoba, donde le iban a pagar una pensión los asuntos sociales de allí, y de ahí a Ciudad Ral, por el mismo motivo; obligado a viajar de una lado a otro, durante nueve meses, allí donde le dan cobijo y comida, su único objetivo cada día. Pero ahora viene lo peor, Todos los años pagados del piso se los queda el banco, todos esos miles de euros; pero no sólo eso, el piso lo ponen en subasta y también ganan de nuevo el precio entero de éste, claro, ganan el doble de lo que iban a ganar con mi amigo. Pero, ¿dónde está la humanidad? ¿es una máquina quien ha llevado a cabo tal actuación?. No me imagino a ese hombre o mujer llegar a casa y contarle un cuento a sus hijos antes de ir a dormir. Aunque en los campos de exterminio nazi también había personas encargadas de darle al botón de la cámara de gas, por un sueldo. Lo que me lleva a la inevitable deducción de que los bancos son una especie de máquinas que, como en la película de Matrix, nos están mortificando la vida, se están apoderando del mundo. O, tal vez, sean como aquellos recaudadores de impuestos de la edad media que de niños veíamos en las películas de dibujos y tanta rabia nos daban. Quizá, también se puedan comparar con los terroristas que arruinan las vidas de las personas, sin escrúpulos y sin pie al diálogo, ya que sólo entineden de manera exacerbada de sus principios radicales y totalitaristas: el dinero. Mírate en el espejo: ¡este rostro es el tuyo, humano!
    La reflexión que se sigue de aquí es la que me desgarra por dentro por pertenecer a esta especie: los bancos subencionaron la explosión inmobiliaria de los pasados años a las empresas constructoras, pero también a aquellos que querían comprar una propiedad en una de esas urbanizaciones, pisos y casas especuladas hasta la barandilla del balcón. Prestándoles a todos dinero imaginario con unos intereses que, si no lo doblaban, sí que aumentaban notablemente su valor, a pagar en un periodo tan cómico de tiempo de ¡treinta a cincuenta años!, que me saca un inevitable: ¡ja,ja,ja!. No te suena esto, querido lector, a algo abolido desde hace años, a saber, trabajar toda tu vida para alguien por un techo. Y me pregunto ¿la Constitución Española es un tebeo de Mortadelo y Filemón?, porque, si es así, la hubiéramos leido más y, por lo menos, nos hubiéramos reído.
Finalmente: si los bancos han prestado un imaginario dinero a empresas constructoras y partículares para crear esta crisis causada por un crecimiento insostenible de la llamada burbuja inmobiliaria, y los trabajadores de la construcción como mi amigo, que se han quedado sin trabajo por esta causa, no pueden pagar las últimas letras, y después de haber pagado miles de euros, les tiran a la calle estos mismos protagonistas, quedándose con todo ese dinero pagado que, indudablemente, les pertenecía a los humildes trabajadores, o al menos parte de él; dinero pagado con el sudor a pleno agosto en la obra, para después, desentenderse de su protagonismo en esta desoladora crisis y, no sólo eso, sino que encima dejan de dar préstamos en el momento que más se necesitan y exigen solventar inmediatamente los anteriores, requiriendo medidas inminentes al gobierno para solucionar la crisis, como si fuera ajena a ellos, como la subida de impuestos a los trabajadores; y en el caso de mi querido comarada subastan su piso y vuelven a sacar todo el dinero por el que lo vendía la empresa constructora, que ahora es para ellos, además de la ganancia con los préstamos para las dichas promotoras y constuctoras, con todos sus implícitos intereses y, por último, lo que ganan con cada euro que nos venden; el resultado de esta ecuación da, matemáticamente, un resultado inequívoco de robo sin escrúpulos, o también: TERRORISMO ESCONDIDO.
    Sin más me despido, mi querido lector, dejándote esta enfurecida reflexión como denuncia al terrorismo que se está aplicando a todas aquellas personas como mi amigo que, mientras esta noche duerma en mi cama confortablemente, no podré dejar de preguntarme ¿en qué cajero estará durmiendo esta noche?. ¿No se preguntará lo mismo el banquero que ha ejecutado esta obra terrorista?

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